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Yeste año empezó como otros, y lo malo es que ya corre, galopa, vuela igual, como los otros, que desconsiderado. Y todo…o casi todo sigue igual, pequeños cambios, más arrugas menos dudas, o no.
El que no cambia ni un ápice es el auditor cachondo, continúa el año como empezó el otro. Sigue con su elegancia, innata. Su traje a medida, su camisa y su corbata perfecta y esos zapatos italianos que dudo se quite por las noches.
Así llegó con su aire de suficiencia al cliente, esta vez, la fábrica de Cacaoleche de Villanova, comenzó con su papeleo habitual un par de apretones de manos, saludos y a auditar, esta vez iba sin becaria y no le presentaron a nadie del genero opuesto, así que se mentalizó para trabajar duro.
Y así fue, estuvo horas, eran las 9 de la noche y aún le quedaba papeles por revisar, decidió dar una vuelta por la fábrica para despejarse. En la cadena de batidos, pegada a un tanque había una muchachita, llevaba una bata blanca tan ajustada al pecho que parecía que los botones iban a volar de un momento a otro, el auditor se fijó, la tipa removía la mezcla con un gran palo sin percibir como el auditor la observaba, estaba sola, el auditor se colocó en frente y la saludó, ella se limpió el sudor, hacia calor, iba transpirada a pesar de no llevar nada mas que esa fina bata, el auditor no pudo evitar mirarla a los pechos, cosa que ella notó de inmediato, se le erizó el bello del brazo y sus pezones asomaron automáticamente, la tirantez de la bata ya era extrema, el auditor miró ahora fijamente sus tetas, ella le sonrió y siguió removiendo el tanque agachándose para facilitar le visión del cachondo, nuestro auditor no podía más, la tía estaba buenísima, no sólo en su parte delantera si no que lucía una piernas largas y bien torneadas, por lo que dejaba ver hasta el primer botón de la bata, que era prácticamente todo, a parte de tener un culo más potente que el R26 de Alonso.
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